
A finales del siglo XVIII, el hacinamiento en prisiones inmundas y las penas corporales como marcas con hierros candentes eran castigos comunes contra los delincuentes. Con el fin de erradicar aquellos tormentos, y como parte de una innovadora reforma penitenciaria, durante una velada en casa de uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, Benjamín Franklin, surgió la idea de aliviar las miserias de los condenados dentro de las cárceles y permitirles redimir su alma: ladrones, falsificadores, salteadores y asesinos de la Penitenciaría Estatal del Este de Filadelfia fueron los primeros en experimentar una atmósfera de soledad extrema creada a través del silencio. Al silencio como sanción impuesta a los transgresores de la ley, se contrapone el silencio como medio para desapegarse de los bienes temporales y las afecciones del ego, usado tanto por los monjes medievales como por los ascetas del siglo XX, como el escritor norteamericano Thomas Merton. En esta profunda investigación sobre la historia de los monasterios y de las prisiones, Jane Brox pone al descubierto uno de los aspectos más olvidados de nuestras agitadas vidas contemporáneas, y presenta sus dos caras extremas: el silencio como castigo y el silencio como salvación.
Contenido
Parte I
LA PENITENCIARÍA EASTERN STATE DE FILADELFIA, 1829. UN EXPERIMENTO SOBRE EL SILENCIO
Parte II
EL MUNDO MONÁSTICO. UNA HISTORIA DEL SILENCIO
Parte III
FILADELFIA. OSCURECER LA OSCURIDAD
Parte IV
EL SILENCIO DE LAS MUJERES
Parte V
LOS FINES DEL SILENCIO
Coda
En ruinas
Agradecimientos
Nota bibliográfica