El mal no se limita a la guerra o a las circunstancias en que las personas actúan bajo una presión extrema. Hoy en día el mal se revela con más frecuencia en la cotidianidad insensibilidad al sufrimiento de los demás, en la incapacidad o el rechazo a comprenderlos y en el eventual desplazamiento de la propia mirada ética. El mal y la ceguera moral acechan en lo que concebimos como normalidad y en la trivialidad y banalidad de la vida cotidiana, y no solo en los casos anormales y excepcionales.
El tipo característico de ceguera moral que define nuestras sociedades es lo que analizan brillantemente Zygmunt Bauman y Leonidas Donskis a partir del concepto de “adiáfora”: el acto de situar ciertos actos o categorías de los seres humanos fuera del universo de evaluaciones y obligaciones morales. La adiáfora implica una actitud de indiferencia a lo que acontece en el mundo, un entumecimiento moral. En una vida cuyos ritmos están dictados por guerras de audiencias e ingresos de taquilla, donde la gente está absorta en las últimas tendencias en aparatos tecnológicos y formas de cotilleo: en nuestra “vida apresurada” en la cual rara vez hay tiempo para detenernos y prestar atención a temas de importancia, corremos el grave riesgo de perder nuestra sensibilidad ante los problemas de los demás. Solo las celebridades y las estrellas mediáticas pueden esperar ser tenidas en cuenta en una sociedad extenuada por la información sensacionalista y sin valor.
Esta penetrante investigación del destino de nuestra sensibilidad moral, será de gran interés para quienes se preocupen por los profundos cambios que silenciosamente configuran las vidas de todos en nuestro contemporáneo mundo líquido.
CONTENIDO
Introducción. Hacia una teoría del secreto humano y la inconmensurabilidad, o exponer formas elusivas del mal