
Pedro Santa y Adriana López Tomé protagonizan una novela en la que los demás personajes encajan como principales también. Ese alrededor dramático donde se mueven todos los sentimientos, donde la violencia, el odio, el amor, el sexo pagado, la corrupción política, entre otros males, dibujan una Colombia que en estos momentos pasa por una crisis que podrÍa ser un reflejo en esta historia que nos cuenta la escritora neogranadina Editada por El Taller Blanco en la colección Comarca Mínima, este año 2025, se trata de una de las piezas más extensas de esta bien celebrada empresa de unos venezolanos radicados en el vecino país. El visitador Pedro Santa, quien es carnicero de profesión, es ahora un prostituto, extraño personaje dotado de una capacidad sexual extraordinaria, razón por la cual es contratado por las cautivas de una prisión en la que abundan todos los discursos delictivos. Santa forma parte, como empresario del sexo para complacer los deseos de unas mujeres que previamente lo llaman para que haga el sexo con ellas, pero no es gratis. El personaje es un consuetudinario de esos albergues donde la vulgaridad, el desenfreno, pero también la inocencia, se agitan sin descanso. Casi doscientas páginas conducen al lector por una serie de paisajes: las cárceles, la calle, el miedo, el terrorismo, el campo ganadero y el tráfico de drogas. Una suerte de épica en la que el personaje desarrolla sus habilidades como negociador, como estratega corporal con sus contratantes femeninas, pero también como comerciante en otros ambientes también peligrosos. Adriana López Tomé es una de sus clientes. Ella lo contrata la primera vez y lo transforma en una máquina de follar, de visitar los cuerpos femeninos castigados por el hacinamiento, la suciedad, la corrupción de los carceleros, quienes permiten las visitas en los cuchitriles donde Santa provoca ardorosos orgasmos, por lo que las mujeres desean seguir siendo atendidas por él.