Durante los siglos del barroco Sevilla forma parte de la periferia romana, por su dependencia en lo material y lo espiritual. Las relaciones fueron estrechas en materia artística, desde el punto y hora en que a la capital de los Estados Pontificios le correspondía diseñar los patrones utilizados por las distintas ciudades que conformaban el universo católico. En los procesos de beatificación y canonización se advierte con claridad hasta qué punto la metrópoli italiana dirigió la política artística de la Iglesia, con el control en el diseño de la nueva hagiografía y la imagen sacra contrarreformista. claro que, al contrario de las críticas vertidas por sus detractores, la investigación empírica a partir de este paradigma es posible, como también es posible abrirse a la colaboración con otras ciencias sociales y culturales sin perder por ello rigor en el análisis.