La teoría crítica, a la que adhieren los autores, concibe al derecho como un producto social que deriva de la interacción humana de personas, grupos y clases sociales. Por ello, lo define, juntamente con la práctica de que se ocupa, como un conocimiento social, público, histórico y político.
Atribuye a la lingüística particular relevancia. Las palabras no dicen siempre lo mismo, se inscriben en un contexto de temporalidad que las transforma paulatinamente, a través de cambios culturales, tecnológicos, ideológicos o científicos.
La lectura no es una actividad neutral, mecánica, uniforme y pasiva; es un acto creativo y coadyuva a la interpretación del texto. Nuestras concepciones morales, humanas e ideológicas son un telón de fondo, un reservorio de sentido, al que acudimos cuando debemos entender-interpretar un texto o una locución.