Vicente Leñero, en esta su primera novela (publicada inicialmente en 1961 con el título La voz adolorida), no da tregua al lector. Lo atrapa a fuerza de palabras en una vorágine de sucesos cometidos en el nombre de Dios: “la lepra del evangelio continuará inoculado seres inocentes”. Enrique, el protagonista, sometido a fuerza de silencios, el de su madre, el de sus tías, el de la sociedad, el de Isabel, con el aliento que le queda, vacía sin tregua el bagaje de su memoria. Comprende que no puede escapar de las consecuencias de su pasado; sin embargo, lo exhibe como último recurso para lograr su objetivo.