Vivió con cierta turbulencia bohemia. Siguió los pasos del padre y se recibió de médico en 1948, pero aún antes de tener el título había decidido no ejercer la profesión y dedicarse a la literatura. Tres años más tarde recibió el premio Akutagawa, uno de los más prestigiosos premios del Japón. Los estudios universitarios le proveyeron de herramientas para desarrollar una interesante cantidad de cuentos de “ficción científica”, como le gustaba llamarla. Militante marxista, fue expulsado, sin embargo, del Partido Comunista Japonés al denunciar el acoso a la libertad de expresión y la violación de los derechos humanos en la Unión Soviética.
Además de Cuentos siniestros, se han publicado en español las novelas La mujer de la arena (Siruela, 1989), El rostro ajeno (Siruela, 2007) e Idéntico al ser humano (Candaya, 2010). Los relatos que componen Cuentos siniestros, traducidos directamente desde el japonés por el catedrático Ryukichi Terao, fueron escritos en las décadas de 1950 y 1960.