Explicar el pensamiento político de Jacques Rancière es un acto contradictorio. Explicar es, de hecho, una acción que somete una inteligencia al camino de conocimiento que otra inteligencia impone. Explicar es, por tanto, una acción que crea desigualdad, dos inteligencias, dos tipos de humanidad: los que saben y los que no saben. Y el pensamiento de Rancière rechaza la explicación, precisamente, porque parte de una igualdad radical y la performativiza. ¿Cómo puedo «explicar» aquí, pues, el pensamiento de Jacques Rancière?
Digamos, entonces, que hay otras formas de escribir, de transmitir, de aprender que no pasan por la «explicación», como también hay otras maneras de pensar la política que no son, como se practica hoy en día, la gestión del poder por parte de unos expertos o profesionales. En el pensamiento de Rancière, la política es efectivamente una práctica de igualdad: escenas y momentos en que cualquiera tiene la capacidad de emanciparse, es decir, de interrumpir la naturalidad de un consenso jerarquizado. Llevando al extremo esa igualdad, toda jerarquía resulta entonces contingente, la política no tiene fundamento y, por ello, la democracia es anárquica.
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Un niño se mata. Laura Llevadot