¿Cómo se puede decir «¿Hermano mío, Alzheimer» cuando esta enfermedad neurodegenerativa produce tanto miedo? ¿Hay que inquietarse desde los primeros trastornos de memoria? ¿Quiénes somos cuando no tenemos recuerdos? ¿Cómo vivir personalmente esta enfermedad que toca el sentido profundo de la existencia? ¿Cómo reaccionar frente a la angustia, la agitación y la agresividad de mi cónyuge, de mi amigo, de mi hermano?
Más allá de las apariencias, la persona afectada por Alzheimer permanece sensible, capaz de compartir los estados afectivos con las personas que viven con ella. Pero para esto, tiene necesidad de la empatía del cuidador, esa capacidad de ponerse en lugar del otro. Gracias al importante descubrimiento de las neuronas espejo (también llamadas neuronas empáticas), sabemos que el enfermo va a reaccionar por mimetismo. Abramos, pues, las puertas de la relación, aunque lleven cerradas desde hace mucho tiempo. La reciprocidad podrá dar sentido a la vida de uno y del otro, y hacer feliz tanto al que recibe como al que da.
CONTENIDO
Prólogo: La vivencia de los enfermos y de sus familiares
Introducción
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
Epílogo