La primera reacción pública ante la idea de reactualizar a Lenin es, claro, un ataque de risa sarcástica: Marx vale, hoy en día incluso es Wall Street hay gente que le adora, pero Lenin, no, ¡no puedes ir en serio con eso! ¿No representa Lenin precisamente el fracaso a la hora de poner el practica el marxismo, la gran catástrofe que dejo huella en la política mundial de todo el silo XX, el experimento de socialismo real que culminó en una dictadura económicamente ineficaz? De haber algún consenso en la izquierda, éste estriba en la idea de que, para resucitar el proyecto político radical, habría que dejar atrás el legado leninista. El problema de este argumento, es que suscribe con demasiada facilidad la imagen heredada de un Lenin tirano, implacable e inflexible, pero, ¿y si hubiera otra historia que contar sobre Lenin?
A pesar de que su solución particular fracasó, cabe decir incluso que monstruosamente, hay en ella un destello utópico que vale la pena rescatar. Repetir Lenin no es una vuelta a Lenin, es distinguir entre lo que Lenin hizo en realidad y el campo de posibilidades que inauguro, lo que “no era Lenin, sino que estaba en Lenin”, es repetir no lo que hizo Lenin, sino lo que logro hacer, sus oportunidades perdidas.
En vez de leer este hecho como la confirmación de que Lenin esta anticuado, tal vez deberíamos correr el riesgo de formular la conjetura opuesta; ¿y si esta impenetrabilidad de Lenin fuer el signo de que algo no funciona en nuestra época? ¿Y si el hecho de que Lenin nos parezca irrelevante, desfasado con respecto a nuestro tiempo, viniera a comunicar el mensaje mucho más inquietante que dice que es el presente el que está desfasado, que está perdiendo una determinada dimensión histórica?
CONTENIDO
Introducción. Entre las dos revoluciones
Conclusión: retorno frente a repetición