
La vida del duque de Wellington que Richard Aldington nos ofrece supera la rústica imagen del héroe nacional inglés para adelantarse en el relato vivaz del hombre que, entre glorias e infiernos, derroto al poderoso ejército francés comandado por Napoleón. Navegamos así en los vaivenes del carácter de un ser de guerra y de una estratega sagaz. Nos sumergimos en la fuente de sus capacidad bélica y administrativa. Recorremos sus años de febril madurez, de valiente firmeza, de fe inquebrantable en el triunfo final. Conocemos la insobornable lealtad que Wellington tenía hacia la Corona inglesa y hacia sus tropas. Asimismo, descubrimos el malogro de sus afectos, sus frustraciones personales y el profundo velo de tristeza que en ocasiones se rendía sobre él.
Arthur Wellesley –tal era su nombre de familia– no fue sólo el vencedor de Waterloo. Este “sirve asalariado de la monarquía” –como gustaba decir de sí mismo–, genio militar y hombre de una altura política nada desdeñable, fue un individuo en quien se cifraron buena parte de los rasgos de una sociedad y de una cultura durante uno de sus periodos más importantes.
Por ello, leer la vida del duque de Wellington como la relata Aldington es, a la vez que situar al personaje en su justa dimensión humana e histórica, reconstruir lo esencial de la época en la cual la Corona de Inglaterra brilló con su máximo esplendor.
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