Entre las décadas del sesenta y del setenta en Colombia se gestó una serie de condiciones históricas que posibilitaron la emergencia de un control distinto y una nueva forma de regulación sobre la infancia, con la que se procuró controlar los riesgos provocados por el descuido social latente, particularmente de los niños entre los cuatro y seis años de edad. Dicha tecnología de gobierno infantil se denominó preescolarización, que se instituyó en la escuela pública como una práctica distinta de infantilización como un complemento de la escolarización primaria, como un artilugio multilineal de actuaciones, discursos y saberes, que emplazó a una nueva subjetividad infantil, el niño de preescolar de la escuela pública, que instauró, además, nuevos saberes, prácticas escolares y discursos que alteraron los modos de enseñar, de comprender a la niñez escolarizada, de normalizarla, homogeneizarla, en fin, que transfiguró los órdenes escolares establecidos. Con la introducción de esta tecnología de gobierno y la consideración de la niñez como una subjetividad frágil, alma leve a la que se debía preservar, se pretendió, entonces, garantizar la conservación de la humanidad, contribuir al éxito escolar posterior, pero, ante todo, incluir una maniobra de control sobre el descuido de la niñez.