
El tercer ojo se pregunta por las condiciones en que podemos formular a vigencia de la belleza en los tiempos presentes. Apostamos por lo bello como una categoría o actitud con plena presencia sólo si la asumimos desde una mirada amplia no podría ser menos tratándose del Tercer Ojo. Más que un concepto estable o trascendente nos inclinamos por un horizonte múltiple y diverso. La belleza es una categoría viva, y por tanto mutante, se define más por su propia indefinición, por ser u concepto viajero por distintos tiempos, espacios y culturas. Tanto los postulados de la estética contemporánea, como los desarrollos del arte moderno, encaminados a legitimar la autonomía de las obras del arte más allá de cualquier legislación externa a ellas, nos ponen en guardia frente a cualquier actitud ingenua en torno a una definición cerrada de lo bello. Este tercer Ojo, en consecuencia, opta por un concepto ampliado de lo bello, opta por una especie de politeísmo de la belleza que nos deje vela tanto desde sus concepciones clásicas, como contemporáneas. Desde la belleza que se adecua a una normativa preestablecida hasta aquella que subvierte cualquier código formal; desde las bellezas reguladas por la búsqueda de armonía hasta aquellas más siniestras y abyectas. Desde la belleza que anida naturalmente en ciertos objetos, hasta aquella que apremia al sujeto y lo invita a descubrirla apelando a su sensibilidad, imaginación y reflexión. Bellezas manifiestas y ocultas, fáciles y difíciles, complacientes y dolorosas.