Hace pocos meses publiqué Memoria y espanto o el recuerdo de infancia, un libro en el que analicé los presuntos “primeros recuerdos” de una serie de escritores centrados alrededor de una sustanciosa afirmación de julio Cortázar: “la memoria empieza en el terror.” ¿se podía creer en el relato de los autores pensando que la memoria reproduce con exactitud los momentos del pasado personal? Definitivamente no. No hay memorias “auténticas”, sino tan sólo ficciones de la memoria. En el segundo volumen de esta trilogía sobre la memoria. En el segundo volumen de esta trilogía sobre la memoria me dediqué a investigar los mecanismos de construcción de esas fabulaciones y las razones que llevaba a producirlas. Concluí que al pasado uno no lo encuentra; lo hace… y luego, como memorioso, uno dice que allí estaba, que uno sólo se tomó el trabajo de cosechar los frutos maduros. En mi recorrido encontré un subgénero de la literatura, mitad fiction, mitad non fiction: el de los informes de los médicos tratante sobre los pacientes a los que les toca atender. El género del historial clínico (Freíd, Luria, Sacks, etc.) Pertenece a las invenciones de la memoria. Borges escribió dos magníficas fábulas sobre las memorias de Funes y Shakespeare. Los científicos (Kandel) cuentan sus recuerdos y no se privan de los placeres de la creación literaria. Los filósofos discuten lo qué sucedió anoche entre ellos (wittgenstein, Popper, Russell) y el resultado en un rompecabezas hecho de ficciones. Y todos creemos que nuestra memoria es el corazón de nuestra identidad. Lo es … pero hay que desinventarla. El safari de este libro no es el de los primeros recuerdos; es el de la fascinante fabricación de las historias de la vida.
CONTENIDO
Introducción
I. De sepulcros y sonetos
II. Borges: dos fábulas de la memoria
III. De la memoria y la identidad personal
IV. Erick Kandel: La mnemociencia como “ciencia natural”
V. Aleksandr Luria, tres novelas de la memoria
VI. El hombre de los lobos, personaje de “su” novela, no puede leer novelas
VII. El atizador de Wittgenstein y el agalma de Sócrates a Lacan