Uno no escoge su sexo, ni su fecha de nacimiento, ni sus padres, pero si escoge, cuando se tiene uso de la razón y ha concluido sus estudios de bachillerato, la carrera que quiere emprender. La lista de profesiones es muy amplia, demasiado ancha. Todos los días aparecen especializaciones que no se conocían, carreras que no se ofrecían, como tanatología, como informática, como robótica, como telemática, para citar sólo unas pocas. El derecho es, tal vez, una de las profesiones más estudiadas en el mundo y es una de las más promisorias y prestigiosas actividades intelectuales. Abogados hay muchos, pero buenos abogados muy pocos. Facultades de derecho hay demasiadas, pero genuinas escuelas de pensamiento jurídico muy pocas. Abogados hay a pilas, pero abogados estudiosos y que dominen otra lengua son contados y por supuesto abogados con especialización y con maestría son también escasos. Los cinco años que Uds. Empiezan hoy, son apenas la cuota inicial de un proceso enriquecedor, algo así como un bachillerato jurídico, donde aprenderán a amistarse con el derecho, a conocer sus complejos desafíos, a estudiarlo con devoción, a comprender que sin valores y principios el derecho sería una ciencia mustia y a pensar, a pensar, en el rol de las ciencias jurídicas como guardián de la diferencia.